ya te vas para no volver… lloriqueaba Rubén Dario.
Y a mí, infertil irredenta durante tanto tiempo, también me dio por “llorar sin querer” muchas veces pensando en por qué no se me ocurrió ponerme a procrear según superaba la menarquía, o sea, mi primera regla ‘chispas’ aquella que me jodió el verano del 90 en Gandía allá por mis tiernos 11 años. Si es que me tenía que haber preñado en el cine de verano, superado el trauma de que mis tías contasen en un radio de 15 sombrillas a la redonda que era ya “una mujercita”. Un buen bombo es lo que tenía que haberme agenciado como complemento perfecto a mi plena feminidad.
¿Desvarío?
No del todo.
Exagero.
Pero me reconcome escuchar a mis amigas y colegas una coletilla que me parece errada y peligrosa. “¿Hijos? Si soy muy joven!” se burlan chavalas que están fetén… estupendísimas… pero que rondan o superan graciosamente los 35.
Mira, guapa. Tendrás tipazo. No se te notarán casi arrugas,. Vestirás de Berska y Stradivarius pero tus óvulos jóvenes, lo que se dice jóvenes, no son. Por lo menos en la mayoría de los casos.
No sé si lo he dicho en otro post. Tengo 34 años, cumplidos a final de diciembre. 34 años y no llega a 5 meses. Tras meses y meses de brasa a mi marido, tras dejar mi trabajo como freelance para tener estabilidad (y argumentos para convencerle) y tras el periodo de prueba laboral más largo de mi historia, nos pusimos a ello. 30 años. Yo estaba ya preocupada porque mi madre me había metido bien clarito en la cabeza que el arroz se pasaba a la mínima que una se despista (mi madre parió de semiadolescente, a una edad casi tercermundista -y perdóneseme la superficialidad- para ella yo era una abuela a los 30 y sin descendencia), además había estado en contacto con mujeres africanas, en temas de cooperación. Y me constaba que les daba pena, verdadera pena, que yo fuera tan mayor y sin hijos todavía. Me tenían lástima. ¡Era tan pobre a sus ojos!
Las entiendo bien.
Me parecía exagerado, en todo caso, caer en la paranoia… a mi marido actual le había conocido a los 28, tampoco era plan de forzarle (un error, debí, absolutamente, haberle forzado a la segunda cita… o a la primera). Mi gine de siempre (ni una FSH, ni una Antimulleriana de por medio) me tranquilizó en un plis. “Es una edad estupenda”. Ja. Ja. Ja. Ja.
El tiempo pasó y pasó (pasó un día y otro día, un mes y otro mes pasó…). Y después del primer seminograma fatídico y del primer ciclo que no pensaba yo que estuviese tan mal, después del segundo, tras bioquímicos y negativos… a los 33 recién cumplidos, me dijeron que me plantease ovodonación. Que mis óvulos eran un truño, un cagarro, que no daban… Nunca he entendido por qué, qué hice mal, en qué la cagué tanto para que me tocase esa mierda.
Más que nada por la incapacidad. Eso era lo que me daba rabia… yo que siempre me he dejado el culo por hacer las cosas bien y esas cosas que me importaba tanto que me quedasen bonitas, mis ovulitos, nada, no sabía, no podía…
Y aunque no fue una conmoción insuperable e inmediatamente, según me lo decían, me alegré de que existiera la ovo y gente tan buena y tan valiente y generosa… me jodió, por supuesto, me jodió ser vieja para ser madre. ¡Y a los 33! Qué putada. (las donantes pueden serlo, por ley, hasta los 35, según la clínica hasta 34 o 30)
Y aunque no tantas lo sean, viejas, infértiles, con 33, resulta que a los 35 ya son bastantes y con 37, ni te cuento, con 38 más… Con 40 es bien chungo embarazarse naturalmente. El porcentaje de abortos, fallos cromosómicos y trisomías crece exponencialmente.
Yo estoy en foros y grupetes de ovodonantes. La verdad, soy de las jóvenes. Pero hay chicas menores que yo y muchas, muchas muchas, entre los 36 y 39.
Por eso me llevan los demonios cuando oigo a mis amigas. “¿34? ¡Soy jovencísima!” Tía, no. Eres mayor. Estás en el declive de tu fertilidad. A los 35 lo más probable es que te queden pocos óvulos buenos y cueste más encontrarlos… si es que se puede.
No quiero ponerme fatalista. Entiendo que las cosas están chungas y que España da mucha pena ahora mismo, salarial, laboral, económica, moralmente… Pero también me parece que nos escudamos a veces en ‘impedimentos’ que no lo son tanto. Aunque es verdad que las parejas no duran como antes y que muchos de los becarios de ahora peinan canas.
Lo cierto es que las mujeres tenemos una edad para procrear y que se va para no volver. Y que los tratamientos son caros, requetecaros, consumen mucho mucho tiempo (en nuestro caso 41 meses de tratamientos) y nadie te garantiza que consigan el éxito siempre.
Por eso, mujer descerebrada, si es que quieres procrear, ponte las pilas. No, no eres joven con 34, 35, 36. Ojalá no tengas mi mala suerte. Pero no vas a ser la benjamina del paritorio, te lo garantizo. Y si lo eres, estarás probablemente entre ovodonadas.